Desde
sus comienzos, fue familia; y como tal, creció día a día. Su Jardín de Infantes, tan mágico y especial, hacía que la tristeza de dejar a mamá, se
convirtiera en felicidad. Colores, risas y alegrías. Esos cuentos que parecían
hacerse realidad. Un nuevo mundo por descubrir.
La
Primaria... sus aulas fueron aumentando su cantidad a medida que pasábamos de
grado. Maestros, directivos (que a veces eran padres o abuelos), siempre
dispuestos a escuchar, a ayudar; no solo de lo cotidiano o curricular, sino
desde lo humano. Cuantos valores aprendidos, cuantas emociones compartidas. Una
campana que anuncia el recreo; y al medio día, el final de una jornada. Pero un
día anuncio el fin de la Primaria. Cuanto crecimos, cuanto cambiamos. Llantos,
despedidas, emociones.
Y
la escuela seguía creciendo para albergar a sus alumnos. Así nació la
Secundaria. Primero un turno, luego otro, hasta llegar a tener varios cursos
por cada año y distintas especialidades. Grandes cambios por vivir. Los
profesores dejaron atrás a los maestros, las relaciones se hicieron más
formales.
Relaciones afines, otras no tanto; pero toda gente maravillosa. La incertidumbre del primer año, una adolescencia se fortalecía. Risas, gritos, muchos ruidos, travesuras y también algunas transgresiones de una sana juventud.
Relaciones afines, otras no tanto; pero toda gente maravillosa. La incertidumbre del primer año, una adolescencia se fortalecía. Risas, gritos, muchos ruidos, travesuras y también algunas transgresiones de una sana juventud.
Hoy,
el Colegio San Patricio cumple ya 20 años de existencia, y con un gesto amable
y cordial, sigue invitando a nuevas generaciones a vivir la gran aventura de
educarse con rectitud, valores y una mano amiga que siempre estuvo y estará
extendida a cada uno que quiera tomarla.
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